miércoles, 2 de marzo de 2011

Defensores Del Santo Grial 02/03/2011

El choque de las espadas no daba tregua al cansancio de los guerreros, el sudor caía sin descanso por las sienes de los valientes que aun quedaban en pie. El sol ya no alumbraba, pero los rayos que durante el día implacables había calentado el suelo que pisaban, hacían de la batalla un verdadero infierno. Las armaduras eran molestas, pesaban, y su sonido al frenar los golpes hacía doler los oídos. Era un caos, el grito de los heridos y mutilados, la respiración de los caballos, las aves de rapiña que comenzaban a pelearse la carne de los muertos, el olor nauseabundo que los cuerpos comenzaban a desprender.

La guerra contra el infiel era cruel, pero no por eso LA GUARDIA DE LA MEDIA LUNA se rendía, siempre estaba dispuesta a pelear por sus amigos y aliados, nunca mientras alguno de ellos estuviera en pie, un sarraceno o un pagano se quedaría sin colaboración. Solo había una excepción, un grupo de guerreros que poco a poco había ido perdido el respeto de todos los miembros de GML, unos guerreros dirigidos por una extraña mujer, la maldita hechicera, como algunos la conocian.

Esta no era una leyenda, eran hechos reales. Cuando llegué a la orden, los rumores de una hechicera entre las filas paga-sarras corría con fuerza, todos decían que era una mujer de una belleza exótica, que encantaba a los hombres con sus dulces palabras, con su trato amable y cuando los tenía enamorados, les quitaba todo y los dejaba sin corazón y sin orgullo. Ella los desechaba como si no importaran, los hacía caer en su trampa de felicidad para jugar con ellos y hacer que la fuente de su belleza no se agotara nunca. Como podéis imaginar, ella se alimentaba de las ilusiones de los hombres y mujeres que conocía, aquellos incautos que no pudieron ser advertidos caían presos de su embrujo, solo aquellos de corazón noble solían escapar de sus engaños y solo ellos sabían cual era su verdadero aspecto.

La describían como un ser grande, de aspecto anciano, con cientos de arrugas sobre sus ojos, no era la muchacha frágil que ellos habían visto, la describían como un ser horrible, que en su cuerpo reflejaba toda la maldad de su alma.

Se preguntaran por qué motivo narro todo esto, lo narro por que su imagen es lo que ví alzarse como una sombra en nuestro campamento mientras esperábamos la batalla, una imagen que asustaría hasta el más valiente de los guerreros, a mi solo me sorprendió, nunca pensé que el mal se acercaría tanto a nosotros, y temo por mi familia, por mi orden, puesto que el mal, es capaz de cualquier cosa…

Repentinamente, al igual que apareció, aquella sombra desapareció de mi vista. Froté mis ojos e intenté pensar, para aliviarme, que aquella sorprendente visión había sido solo el producto de mi imaginación, unido a el cansancio de la batalla. Apenas un instante tuve para mis pensamientos, mis reflejos entrenados en mil combates, esquivaron la espada que aquel cristiano lanzaba sobre mi, no podía parar a buscar explicación, la batalla aún continuaba.

No recordaré la victoria, no me dolerán mis heridas, mi alegría no será completa mientras abrace a mis compañeros o agradezca a los voluntarios y aliados su ayuda. Nada de eso pasará. De esa batalla solo recordaré aquella imagen amenazante, aquel mal augurio, aquel avisó de futuros males. Algo tendríamos que hacer para evitarlo, pero no era capaz de encontrar el qué. El cansancio de aquella larga batalla me había dejado sin ideas.

Despacio, mostrando mi mejor sonrisa, me uní a mis compañeros y a todos los voluntarios y amigos supervivientes de la batalla en la celebración de la victoria. Esperaba que las risas, la copiosa comida y la abundante bebida que se extendía por toda la larga mesa del gran salón de nuestro castillo sirvieran para que aquella oscura nube desapareciera de mis pensamientos. Celebremos hoy la victoria y mañana… pensaremos en el mañana.

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