sábado, 19 de febrero de 2011

Entre Sábanas ( I )

Él abrió despacio la pesada puerta de madera del cuarto que compartía con su esposa, la luz de la vela que portaba en la mano iluminó la estancia dejando ver el cuerpo de ella en absoluto reposo sobre la cama que compartían, sabía que Ainfean debía estar abrazando la almohada, era la única forma en la que lograba conciliar el sueño cuando él no estaba.

Al verla ahí, tan frágil, no pudo evitar recordar las risas y bromas que sus compañeros de orden les dedicaban cada día cuando llegaban retrasados a desayunar, pero eso no le importaba, no cuando era por y para disfrutar de una hermosa noche de amor con su mujer, no cuando las bromas valían realmente la pena, tener a su mujer en los brazos era casi tan emocionante como luchar a su lado, con la diferencia que en esa guerra, ninguno salía herido…

La habitación que ocupaban en el castillo era la que poseía la mejor vista, por lo que Eisha se acerco a la ventana luego de posar con cuidado la vela en uno de los candelabros de la pared. La luna a través de la ventana se veía hermosa, no tenía sueño por lo que se puso a mirar a la mujer que dormía en la cama. No podía evitar recordar cuando la había conocido, si el amor a primera vista existía, eso era lo que le había hecho sentir ella, un calor en el corazón, una emoción cada vez que la veía en las batallas peleando por una causa en común, mirándose pero sin reconocerse. Cuando por fin se había atrevido a hablarle las cosas habían sido fáciles, ella sentía lo mismo, por lo que no dudaron en unir sus vidas para siempre.

No pudo evitar sonreír al ver como al moverse la mujer en la cama, la ropa que la cubría dejaba al descubierto una porción de su piel, con lascivia admiro las piernas de su esposa y la parte inferior de sus muslos y nalgas:

- Eres preciosa .- murmuró a medida que se acercaba a la cama para cubrirla con las ropas.

Cuando estuvo a su lado tomó la ropa, pero su mano al hacer contacto con la piel de ella desencadeno el mismo deseo irrefrenable que sentía cada vez que la tenía en sus brazos, no dudo en acariciar solo con la punta de los dedos la suave piel de su mujer, subiendo con lentitud por sus muslos, se agacho para estar mas cómodo mientras acariciaba, Ainfean al sentir el contacto se giro nuevamente en la cama, para quedar ahora con la piel y una parte de su estómago al descubierto, logrando así que su marido perdiera completamente la razón….


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