jueves, 17 de marzo de 2011

Defensores del Santo Grial 15.03.2011

La guerra por expulsar a los cristianos de nuestra tierra ya dura demasiado tiempo,y lo que es peor aún no es su duración, sino, que el final es incierto y se antoja muy lejano. Muchas cosas han sucedido desde que se inició, muchos guerreros y guerreras valerosos, distinguidos en mil batallas, abandonaron la lucha hartos de tanta sangre y tanta muerte, hartos de no ver los resultados, cansados de dejar en el olvido a sus familias por una guerra que día tras día perdía el sentido. Otros seguimos. Lo hacemos con la esperanza de lograr la victoria final, de que todos nuestros esfuerzos tengan un resultado positivo para nosotros, pero no es fácil, nunca ha sido fácil y nunca lo será, luchar por nuestros ideales y religión a veces parece imposible y lograr la victoria final parece lejano.

Algunas alianzas y algunos aliados, cambian como el soplar del viento. Algunos guerreros van de una fortaleza a otra, de una Orden a otra, movidos por la fama, la gloria o el dinero.

Afortunadamente otros mantienen intacta la fe y los ideales. Esos ideales que hacen que hoy este yo aquí, montado sobre mi caballo, esperando con impaciencia el inicio del combate.

Muchos días han pasado, muchas batallas me ha tocado vivir. En unas salimos victoriosos, en otras derrotados, pero no menos orgullosos de ser musulmanes, no menos orgullosos de ser infieles para el enemigo. El resultado hoy está aún por decidir.

Empuño mi sable con la mano derecha, con la izquierda sujeto las riendas, mi escudo cuelga de mi montura. Aún llevo en mi cintura aquel pañuelo rojo que me regalo mi amada cuando marché para unirme a la batalla que La guardia de la media luna hoy libraba. Mis ropas están desgastadas por el uso, pero el pañuelo se mantiene intacto. Tras cada batalla lo guardo en un pequeño cofre que tengo en una mesa, en el calor seguro de mis aposentos.

Ya llegan, ya les veo, en la lejanía, como si fuera un espejismo, como flotando sobre la tierra. Ya diviso sus estandartes, mitas blancos, mitad negro, destacando una enorme cruz roja en su centro. Son muchos, muchos más de lo que yo pensaba.

En nuestro bando no falta nadie, y digo nuestro bando por que me siento unido a ellos por la causa, todos los aliados y amigos han acudido a la llamada, todos están dispuestos a luchar, hombro con hombro, junto a nosotros, como tantas otras veces.

Los caballos comienzan a ponerse nerviosos, los hombres también. Los rostros reflejan una mezcla de valor y arrojo, de temor y locura. Todos esperan impacientes la orden de atacar, nadie quiere quedarse allí esperando. Es un orgullo luchar junto a ellos, nunca decae su ánimo, nunca vacilan en el combate, aún siendo superados en número. De entre todos los guerreros que he conocido en mis años de vagar por el desierto, hoy están aquí reunidos los mas valerosos y temerarios.

-¡¡¡A la carga!!! .- Se oye por todo el frente, y salimos, como alma que lleva el diablo, para enfrentarnos con nuestra suerte, para enfrentarnos con nuestro destino…..

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