jueves, 17 de febrero de 2011

EISHA

Mi verdadero nombre es Isá Ben Abbas, naci en Al Talavayra, ciudad de un lejano país al otro lado del mar. Por alguna extraña razón, los pobladores de aquel país me llamaban “El Isá” y de ahí quedó el nombre por el que ahora todos me conocen Eisha.Soy de etnia bereber y aprendí las artes de la guerra luchando junto a mi padre en aquellas tierras. Por desgracia para mi, mi padre murió en la batalla en la que los cristianos tomaron al asalto mi ciudad de nacimiento. Aquel día, acompañando a algunos valerosos guerreros supervivientes de la batalla, cruce el mar, intentando regresar a la tierra de mis antepasados. Durante varios años vagué por el desierto, alquilando mi espada y mi vida al mejor postor. El desierto y la lucha endurecieron mi carácter, pero el recuerdo de las enseñanzas de mi madre me hicieron ser noble y justo a la vez.A pesar de mi azarosa vida, camino por estas tierras con la cabeza alta, orgulloso de mi pasado y de mi presente. Aquí conocí el horror, los desmanes y las injusticias que algunos son capaces de cometer en nombre de su dios. Eso me hizo convertirme en protector de los débiles frente a la injusticia de los poderosos. Aunque camino solo, nunca me faltan compañeros con los que compartir mi viaje y mis luchas.
Pero aquí también conocí el amor, el amor verdadero, limpio, sincero y puro. El amor para mi tiene un solo nombre Ainfean, esa valerosa guerrera de la cual estoy enamorado y por la cual daría mi vida, pero esa es una historia que un día os contaré.
Amo el desierto. Es un lugar inmenso pero en él encuentro la paz que necesita mi espíritu.Cuando los ojos del recién llegado se enfrentan a estas tierras, el desierto aparece como inhóspito, duro, muerto, sin vida atisbo de vida en su interior. Eso me ocurrió a mi la primera vez que puse mis pies en el. En mi tierra de nacimiento los paisajes son muy distintos, la vegetación muy diferente. Es un lugar donde los ríos son abundantes y multitud de animales lo pueblan.Al principio el contraste me aterró, me sentía extraño, ajeno a estas tierras, a pesar que de fuesen las de mis antepasados, nunca había visto nada igual. Los relatos que mi padre me contaba sobre su inmensidad, sobre sus horizontes infinitos, crearon una imagen en mi. Pero mi padre me hablaba del desierto con amor y con lágrimas en los ojos. A través de él yo aprendí a amar aquella tierra, a desear contemplarla. La realidad se me hizo muy diferente a la imagen que yo tenia.Con el tiempo aprendí que el desierto, si vives lo suficiente en el, se te muestra como un lugar lleno de vida, cambiante, acogedor para quien lo conoce. Aprendí muchas cosas sobre él, la mas importante a sobrevivir, a ser una parte de él y a que él formase parte de mi. Exploré sus sendas, disfrute de sus oasis, sufrí sus tormentas de arena, dormí sobre la arena, identificaba las estrellas que poblaban sus noches.Ahora soy uno mas con él, soy un hombre del desierto, soy el Bereber de Al Talavayra

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