miércoles, 9 de febrero de 2011

Defensores del Santo Grial 09/02/2010

Hacía horas que los mensajeros que salieron con el caer de la noche de la fortaleza de La Guardia de La Media Luna habían regresado. Todos sin ninguna excepción habían cumplido con sus misiones, todos los amigos y aliados estaban avisados, al mediodía atacaríamos el castillo de Los Defensores del Santo Grial. El enemigo era fuerte y valeroso y serían necesarios todos los apoyos posibles.
Amanecía, los pajes y escuderos despertaban a los nobles guerreros y guerreras sarracenos y les ayudaban a prepararse para la batalla. En las cuadras se daba de comer a los caballos y se les colocaban las monturas y los arreos. El armero repasaba algunos sables y espadas, afilándolos. En la sala de reuniones los mozos de la cocina comenzaban a colocar sobre la gran mesa las viandas y bebidas que serían consumidas antes de partir.
Poco a poco, todos los miembros de la Guardia de La Media Luna iban ocupando sus asientos. Sayd, el recién llegado esperaba de pie, apoyado sobre una columna, que se le asignara un lugar. Rápidamente Radamante y Titán le invitaron a sentarse a su lado. Izquierdo y jisis llegaron juntos, hablando de la próxima visita de Izquierdo al pueblo natal de jisis. Eisha y Ainfean, como era habitual, entraron en el salón sonriendo y cogidos de la mano. Ambos se sentaron junto a El Hombre del Saco, Dark Savior y Octavia, que habían sido de los primeros en llegar y habían comenzado a planificar la estrategia para la batalla. Jasmine y Nana, hablaban con Ali y El Duque, ellos cuatro eran de los mas veteranos de la orden y les unía una gran amistad.
Maukis hizo su aparición haciendo su pregunta habitual ¿quieres un beso? e intentando besar a todos los presentes. Al llegar cerca de Espectrus este se levanto del banco como un resorte, empuñando en su mano el cactus que nuestro antigüo compañero Unghura había dejado al marcharse de la orden y comenzó a perseguir a Muakis por todo el salón., haciendo reir a todos los presentes. El Sultán Baibars permanecía de pie, junto a una de las ventanas del salón, contemplando el amanecer. SherpoRobert, en un extremo de la mesa, charlaba animadamente con El Viejo de La Montaña, se les veía felices. Salahdin entró el último saludando con una sonrisa y una inclinación de cabeza. Solo faltaba Tarquino, había salido de madrugada de la fortaleza para pasear en su caballo por los caminos cercanos, pero nadie dudaba que estaría junto al resto en la batalla.
El desayuno fue tan animado y cordial como cualquier otro, nadie hubiese dicho que todos aquellos guerreros y guerreras pronto pondrían en juego su vida por la causa sarracena. Con un gesto de Eisha todos se levantaron a la vez de la mesa, como uno solo, y se dirigieron hacia las cuadras para recoger sus caballos. Tras comprobar sus armas y armaduras, montaron y salieron al galope de la fortaleza. Desde lo alto de las torres se podía ver como las figuras de aquellos veintiún guerreros y guerreras se iban haciendo cada vez mas pequeñas, hasta desaparecer en el horizonte.
El castillo quedo en silencio, los sirvientes y mozos volvieron a sus quehaceres, los guardias cerraron las puertas despacio y con gran esfuerzo. Las banderas de La Guardia de La Media Luna ondeaban por el viento de las primeras horas de la mañana. Ahora solo quedaba esperar al resultado del combate.
El movimiento del sol marcaba el paso de las horas, nadie en la fortaleza quería hablar de la batalla. Los vigías escudriñaban el horizonte esperando ver de regreso los estandartes de La Guardia de La Media Luna. Los rostros mostraban preocupación, pero las bocas permanecían en silencio. La hora de la comida se acercaba.
De repente una serie de gritos y vítores rompió el silencio. Los guerreros volvían del combate. Todos subieron corriendo a las murallas, los guardias abrieron las puertas de par en par. Miraban ansiosos esperando ver alguna señal que les indicase el resultado del combate. Algunos regresaban recostados sobre las cabezas de sus caballos, con toda seguridad heridos en combate, otros lo hacían erguidos sobre sus monturas y orgullosos comenzaron a agitar sus estandartes y lanzar gritos de victoria. Victoria!!! una nueva victoria para nuestra Orden. Todos los habitantes de la fortaleza comenzaron a gritar y abrazarse nerviosos. La batalla debía haber sido muy dura, a la vista del lamentable estado en que regresaban los combatientes.
Tras los miembros de La Guardia de La Media Luna, acompañándoles, venían todos los voluntarios, mercenarios y aliados que habían participado en la batalla. En breve se repondrían de sus heridas dando cuenta de una copiosa comida en el patio de la fortaleza, mientras contaban sus hazañas en esta, por hoy, última batalla de La Guardia de La Media Luna.

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